LA VERDADERA RESOLUCION DE LA
"CUADRATURA DEL CIRCULO" (Cont.)
JAVIER S. MASKIN
 CAPITULO V
EL "HOMBRE DE VENECIA"
Quienes tienden la cuerda en el ritual constructivo de la vivienda aymara, simbolizan, como hemos ya señalado, al Hombre en tanto que Mediador entre el Cielo y la Tierra.

"'El Cielo es su padre, la Tierra es su madre': tal es la fórmula iniciática, siempre idéntica a ella misma en las más diversas circunstancias de tiempo y de lugar, que determina las relaciones del Hombre con los otros dos términos de la Gran Tríada, definiéndolo como el 'Hijo del Cielo y de la Tierra'. Es por lo demás manifiesto, por el hecho mismo de que se trata de una fórmula iniciática, que el ser al cual ella se aplica es mucho menos el hombre ordinario, tal como es en las condiciones actuales de nuestro mundo, que el 'hombre verdadero', del cual el iniciado es llamado a realizar en sí mismo todas las posibilidades. Conviene no obstante insistir un poco más en esto, puesto que podría objetarse que, puesto que la manifestación entera es y no puede sino ser el producto de la unión del Cielo y de la Tierra, todo hombre, e incluso todo ser, cualquiera que sea, es igualmente y por eso mismo hijo del Cielo y de la Tierra, ya que su naturaleza participa necesariamente del uno y de la otra; y esto es verdadero en cierto sentido, pues hay efectivamente en todo ser una esencia y una substancia en la acepción relativa de estos dos términos, un aspecto yang y un aspecto yin, un costado 'en acto' y un costado 'en potencia', un 'interior' y un 'exterior'. Sin embargo, hay grados a observar en esta participación, pues, en los seres manifestados, las influencias celestes y terrestres pueden evidentemente combinarse de muchas formas y en muchas proporciones diferentes, y es esto, además, lo que hace su diversidad indefinida; aquello que todo ser es en cierta manera y en un cierto grado, es solamente el Hombre, y por esto entendemos aquí al 'hombre verdadero', el que, en nuestro estado de existencia, lo es plenamente (…).

"Este, que en efecto es el único que, desde un punto de vista tradicional, debe ser considerado como el hombre realmente normal, es así llamado porque posee verdaderamente la plenitud de la naturaleza humana, habiendo desarrollado en sí la integralidad de las posibilidades que en ella están implicadas; los otros hombres no tienen, en suma, se podría decir, sino una potencialidad humana más o menos desarrollada en algunos de sus aspectos (y sobre todo, de manera general, en el aspecto que corresponde a la simple modalidad corporal de la individualidad), pero en todo caso muy lejos de estar enteramente 'actualizada'; este carácter de potencialidad, predominante en ellos, los hace, en realidad, hijos de la Tierra mucho más que del Cielo (…). Para que el hombre sea verdaderamente el 'Hijo del Cielo y de la Tierra', es preciso que, en él, el 'acto' sea igual a la 'potencia' (…).

"Ahora, importa recordar que el 'hombre verdadero' es también el 'hombre primordial', es decir que su condición es aquella que era natural a la humanidad en sus orígenes, y de la cual ella se fue alejando poco a poco, al correr del ciclo terrestre, para llegar hasta el estado donde se encuentra actualmente lo que hemos llamado el hombre ordinario, y que no es propiamente más que el hombre caído. Esta caída espiritual (…) puede ser descrita como un alejamiento gradual del centro donde se situaba el 'hombre primordial' (…).

"Así, sin haber todavía alcanzado el grado supremo que es la meta final de la iniciación y el término de los 'grandes misterios', el 'hombre verdadero', habiendo pasado de la circunferencia al centro, del 'exterior' al 'interior', cumple realmente, en relación al mundo que es el suyo, la función del 'motor inmóvil', cuya 'acción de presencia' imita, en su dominio, la actividad 'no-actuante' del Cielo".49

Este "Hombre verdadero", Hijo del Cielo y de la Tierra, es el que Leonardo da Vinci representó en su Canon de proporciones (Academia de Venecia, hacia 1485-1490) (fig. 12).

Leonardo, El hombre de Venecia o de Vitrubio, página entera.
Figura 12
Recto como una escuadra, el Hombre abarca el cuadrado; abierto como un compás, abarca el círculo. Habiendo desarrollado íntegramente las posibilidades inherentes a su condición individual (el camino de los "pequeños misterios", en la terminología hermética), el "Hombre verdadero" ya no está separado de los demás hombres sino que los contiene a todos como síntesis de la Humanidad. ¿Por qué, entonces, el círculo y el cuadrado no son concéntricos? Porque el "Hombre verdadero", al cabo de los "pequeños misterios", no ha trascendido aún su naturaleza dual, terrestre y celeste. El centro del cuadrado es la base del pene porque la Tierra es el lugar de la procreación, del nacimiento, desarrollo y muerte, de lo que es cambiante y perecedero; el centro del círculo, en cambio, es el ombligo, símbolo del Centro del Universo, lugar "celeste" de lo que es permanente e inmutable.

Casi todos los historiadores del Renacimiento y los biógrafos de Leonardo da Vinci se han ocupado de hacer notar que las proporciones del Hombre de la Academia de Venecia no son las que cabía considerar como "ideales" para un individuo caucásico de raza blanca, y de ello han deducido que el Canon de Proporciones es, menos el resultado de una labor plenamente científica y sistemática, que el reflejo de ciertas "reminiscencias medievales" de las cuales Leonardo no había conseguido "liberarse" completamente. Esto es enteramente cierto: Si Leonardo fue, al igual que otros hombres del Quattrocento,una "bisagra" entre la ciencia tradicional y la ciencia moderna, estaba no obstante mucho más ligado a la primera que a la segunda; de ahí que las proporciones del "Hombre de Venecia" tengan un valor preponderantemente simbólico, y dado que este Hombre aparece inscripto a la vez en un círculo y en un cuadrado, ¿no será que la "clave" del Canon de proporciones se encuentra, precisamente, en la relación entre ese círculo y ese cuadrado, y no en la propia figura humana? Es ésta una cuestión fundamental. Si las medidas del cuadrado y del círculo dependiesen de las medidas del Hombre, entonces tendría razón uno de los más reconocidos biógrafos de Leonardo da Vinci, al decir que este Hombre "nos mira con esa fijeza hosca, pero detrás de nosotros contempla la extensión sin límites del cosmos, al que piensa imponer su regla y su compás".50 Dejemos de lado el absurdo de suponer un cosmos ".sin límites", máxime cuando Leonardo nos lo presenta claramente limitado por los contornos del cuadrado y del círculo. Lo que importa sobre todo es saber si el "Hombre de Venecia" es el hombre moderno que fantasea con imponer al cosmos "suregla y su compás", o si,por el contrario, es el hombre tradicional que se ha hecho verdadero porhaberse amoldado íntegramente a la "regla" y al "compás" que "maneja" el Gran Arquitecto del Universo.

Sin trascender aún su naturaleza dual, el "Hombre verdadero" se ha reintegrado al centro de su propio mundo, de modo que, desde este punto de vista, el círculo y el cuadrado, en tanto que símbolos de su mundo, son para él concéntricos (fig. 13).

Leonardo, El hombre de Venecia o de Vitrubio, el cuadrado y el círculo.
Figura 13
No hay contradicción alguna entre esta figura y la del Canon de proporciones: Allí se destaca la naturaleza dual mientras que aquí se destaca la ubicación central del "Hombre verdadero". Ahora bien: Si se observa con atención, se apreciará que esta figura es diferente tanto a la que representa la "cuadratura del círculo" (ilustración Nº 6), como a la que representa la "circulatura del cuadrado" (ilustración Nº 11). Bastará para ello constatar que, ahora, el triángulo rectángulo que tiene por hipotenusa el radio del círculo y por cateto mayor la apotema del cuadrado, ni es un triángulo "3-4-5", ni es un triángulo "30-60-90" (fig. 14).


Manteniendo la nomenclatura utilizada en nuestras anteriores ilustraciones, tenemos aquí:

- Triángulo OJD: Lados en proporción 3-4-5.

- Triángulo OJU: Angulos de 30°, 60° y 90°.

Vemos claramente que ninguno de estos triángulos corresponde al Canon de proporciones. ¿Cómo interpretar esta discordancia? ¿Nos hemos equivocado en todo lo hecho hasta aquí? ¿Acaso la proporción leonardiana carece de toda significación? ¿Se trata realmente de una discordancia?

" 'Él asciende de la Tierra al Cielo, y redesciende del Cielo a la Tierra; él recibe por eso la virtud y la eficacia de las cosas superiores e inferiores': estas palabras de la Tabla de Esmeralda hermética pueden aplicarse muy exactamente al Hombre en tanto que término medio de la Gran Tríada, es decir, de una manera más precisa, en tanto que él es propiamente el 'mediador' por el cual se opera efectivamente la comunicación entre el Cielo y la Tierra".51

Hay que tener en cuenta que, en el Canon de proporciones,el círculo y el cuadrado simbolizan respectivamente al Cielo y a la Tierra, y no al Paraíso terrestre y a la Jerusalem celeste, de modo que no se trata aquí del comienzo y el final de un mundo, sino de la relación entre los tres términos de la tríada Cielo-Hombre-Tierra. No obstante, analógicamente, podemos decir que el Hombre, al ascender de la Tierra al Cielo, realiza en sí mismo la "cuadración del círculo", en tanto que, al descender, realiza en sí mismo la "circulación del cuadrado". La figura del Hombre, inscripta en la ilustración Nº 6, podría simbolizar su camino ascendente, y la figura del Hombre, inscripta en la ilustración Nº 11, podría simbolizar su camino descendente. Mas para aquél que ha ascendido y vuelto a descender, la "proporción" entre la Tierra y el Cielo ya no podrá ser, ni la que corresponde a la "cuadratura del círculo", ni la que corresponde a la "circulatura del cuadrado", sino que deberá ser una "proporción sintética" que refleje el estado de equilibrio por él alcanzado. Pues bien: este es precisamente el significado de la proporción leonardiana (fig. 15).


Hemos superpuesto aquí los tres triángulos, siendo OJV el "triángulo leonardiano", y resulta que el punto V está exactamente en la mitad del segmento UD. ¿Casualidad? ¿No sería demasiada casualidad? A menos que se suponga que la relación entre los tres triángulos es puramente accidental, producto del "mero azar" o fruto de nuestra propia fantasía, habrá que concluir, necesariamente, en que el triángulo OJV "equilibra" a los triángulos OJU (triángulo "celeste") y OJD (triángulo "terrestre"). La proporción fundamental del Canon de proporciones, expresada por el que hemos denominado "triángulo leonardiano", no simboliza, pues, ni el "camino ascendente" ni el "camino descendente", sino el equilibrio que alcanza el "Hombre verdadero" luego de haber realizado ambos caminos. Por otra parte, si en el triángulo OJV los ángulos O y V son inconmensurables, sus lados guardan entre sí una proporción bastante "sugerente": 2 - 3 - 13. ¿Es forzar abusivamente las cosas decir que la unión en equilibrio de la Tierra (2) con el Cielo (3) es la raíz de la trascendencia (13)? En todo caso, es evidente que, en el Canon de proporciones, son las medidas del círculo y el cuadrado las que determinan e imponen la medida del "Hombre de Venecia", el cual, siendo efectivamente un "Hombre verdadero", no se permitiría ni siquiera soñar con "imponer al cosmos su regla y su compás".

No deja de ser llamativo, por lo tanto, el hecho de que la imagen del "Hombre de Venecia" haya sido adoptada como emblema por numerosas corrientes del llamado "humanismo", es decir, por quienes consideran que el individuo humano es el centro y la medida de todas las cosas, en abierta contradicción con las enseñanzas de cualquier doctrina tradicional. Desde luego, la mayor parte de estos "humanistas" ignoran absolutamente el significado del Canon de proporciones, como también ignoran absolutamente lo que es un "Hombre verdadero" y, en general, lo que es un símbolo. Pero si la falsificación de los símbolos se asienta sobre la ignorancia, esto no quiere decir que los falsificadores -los verdaderos falsificadores, que pocas veces o nunca se dan a conocer- no sepan perfectamente lo que hacen y para qué lo hacen (aunque no siempre sepan para quién lo hacen). No hay que olvidar que "la subversión más hábil y más peligrosa es ciertamente aquella que no se traiciona por singularidades demasiado manifiestas y que puedan ser fácilmente percibidas por cualquiera, sino que deforma el sentido de los símbolos o invierte su valor sin cambiar nada de sus apariencias exteriores. (…) Es éste, en el fondo, todo el secreto de ciertas campañas, bien significativas en cuanto al carácter de la época contemporánea, dirigidas, sea contra el esoterismo en general, sea contra tal o cual forma iniciática en particular, con la ayuda de gente que, en su mayor parte, se asombraría e incluso se espantaría si pudiese darse cuenta de aquello para lo que se la utiliza.".52

Radicalmente alejado de todo "humanismo", el "Hombre verdadero" es, respecto a su mundo, verdaderamente libre por haberse inscripto a sí mismo en el interior del círculo y del cuadrado. El hombre ordinario, en cambio, permanece prisionero de su propia exterioridad, sea cual fuere la valoración que haga de sí mismo o que la sociedad haga de él. Esta relación entre el interior y el exterior nos conduce a un nuevo capítulo de nuestro estudio.

 


Capítulo VI

 

NOTAS
49 La Grande Triade, pp. 82-87.
50 Marcel Brion, Leonardo de Vinci. Sudamericana, Buenos Aires 1954, pág. 321.
51 La Grande Triade, p. 120.
52 Le règne de la quantité., pp. 275-276.

 


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