LA TRADICION Y EL MICO DE DIOS (final)
JOSE MARIA CONDE IGELMO
La fuente hindú  
"El síndrome del kali-yuga se reconoce en el hecho de que durante esta época sólo la propiedad confiere un rango social, la riqueza se convierte en la única fuente de virtudes, la pasión y la lujuria son los únicos lazos entre los esposos, la falsedad y la mentira condiciones únicas de éxito en la vida; la sexualidad el único medio de placer, y la religión exterior se ritualiza de forma exclusiva confundiéndose con la espiritualidad..."
Vishnu Purana IV, 24
  
 Nos ha parecido que era conveniente dejar en último término esta fuente por varios motivos:  1. Creemos que es la civilización tradicional que mejor conserva (teórica y operativamente) sus datos e informaciones. 

2. Es prácticamente la tradición que más nítido contacto tiene con la verdadera tradición, en el sentido de que el aspecto religioso no ha tenido la misma importancia que ha tenido en Occidente. 

3. Su lenguaje puede ser simbólico como en las tradiciones monoteístas, por ejemplo, pero su perspectiva facilita informaciones acerca de todas las áreas esenciales del ser humano. Es decir, hay una metodología, léase el yoga, para conseguir el aislamiento sensorial y la no-fluctuación de la mente. Esto lo comparte también con el budismo. Pero además la tradición hindú no sólo es una vía contemplativa, lo que en el Islam se define como vía (tariqah), sino que incluye el aspecto social (en árabe sharia), cosa que el budismo, por su propia naturaleza no contiene. 

4. Su concepción cosmológica es la más rica de las conocidas. Eso ha llevado a bastantes autores científicos, en su mayoría, a establecer analogías entre los descubrimientos de la ciencia, y los textos sagrados. A pesar de la buena intención de tales personas, hay una diferencia básica para tales aplicaciones, y es que la tradición hindú descansa sobre el aspecto esencial de las cosas, sobre su vinculación al Principio, cosa que olvidan algunos entusiastas del hinduismo, dejando de lado las palabras del Baghavad Gita acerca del punto fijo a que todo se halla sometido.54

En su concepción cosmológica tiene una importancia fundamental la teoría de las edades del mundo, la cual se halla ligada a estados de manifestación (Vilaya) y de inmanifestación o absorción (Pralaya). La ingente cantidad de números -recordemos cuando advertimos antes que lo importante es la raíz numérica no tanto los ceros- que pueden ser los que se quieran, vienen a dar la sensación de un verdadero festín de datos. En el lector occidental tal magnitud suele causar desasosiego, ya que por regla general la única concepción que hay de la existencia es la duración temporal de manera uniforme y constante, a lo que se une la tan en moda postura reencarnacionista, por la que el individuo vuelve infinidad de veces al mismo punto, de modo que suele acabarse en un estricto relativismo, muy cercano al puro nihilismo. 

Convendría tener en cuenta que estos textos no son científicos, pero no por esto dejan de ser reales, y que no traslucen con una certeza categórica la duración de un período de manifestación o Mundo. De hecho nunca hubo intención por parte de ellos en dar datos para satisfacer la curiosidad de cualquiera, simplemente porque el dato es algo cercano a nosotros.55 En realidad los períodos cíclicos se refieren más al aspecto cualitativo que al cuantitativo, y siempre en vista de que el sabio no debe turbar al ignorante.56 

Los ciclos cósmicos son nombrados ya en el Vishnu Purana y en el Atharva-Veda, a los que seguiremos en gran parte de esta exposición.57 

Estos ciclos tienen una unidad de medida, el yuga o edad, que se halla integrado en ciclos mayores.58 Dice Guénon al respecto que "La doctrina hindú enseña que la duración de un ciclo humano, al que da el nombre de Manvantara, se divide en cuatro edades...". Si hablamos de ciclos humanos, y los mezclamos con los ciclos cósmicos es porque, desde una perspectiva tradicional, la relación entre el hombre y el cosmos es patente. Los ciclos humanos corresponden a ciclos cósmicos, y éstos pueden equipararse a aquellos. 

El Mundo se halla sometido a grandes ritmos cósmicos que se denominan kalpas, y a la vez éstos se subdividen en los llamados manvántaras. Por la ley de analogía, lo que es a gran escala, Macrocosmos, tiene su reflejo en el pequeño mundo, o Microcosmos, por eso hasta lo más ínfimo participa de ese latido. El kalpa se irá traduciendo de diversas maneras a lo largo de todo el orden cósmico, implicando divisiones y subdivisiones, generando muchos ciclos y subciclos. El kalpa traduce la manifestación del latido, y es en ese sentido en el que hay que decir que nunca debe perderse de vista el Principio, fuera del cual nada hay.59 A nosotros nos interesa, no lo referente al kalpa sino lo que se refiere al ciclo propiamente humano, es decir el Manvantara. 

La tradición hindú no posee un dogma, como es el caso del catolicismo, sino que su visión tiene un aspecto ascensorial encaminado a la elevación espiritual. De manera que la verdadera doctrina, sinónimo de realización (y no perteneciente al ámbito del discurso), ha ocupado el ápice del vértice; es la doctrina del Adwaita Veda o Vedanta. Esto no ha sido problema para que los distintos puntos de vista referidos a los ámbitos cosmológicos y de metodología interior, se complementen con otros puntos de vista (dhârsana) que en más de una ocasión suponían una fricción con el Adwaita. Pero en ningún caso se contradicen de hecho, aunque de jure parecerían hacerlo. La convivencia se hace sin sobresaltos, puesto que cada punto de vista abarca lo que le compete. 
 

El punto de vista del Shamkya y del Pânca-Râtra
El punto de vista del Shamkya, en el que se expone la cosmología, se halla en diferentes obras de la tradición hindú. Así, lo tenemos en el Mahâbhârata, que es un gigantesco poema que contiene cerca de 200.000 versos, y se le atribuye al vidente Vyasa. Este monumento poético no pertenece a la Revelación (Sruti) como los Upanishad, sino que al igual que el Râmâyana, acoge al ámbito de la instrucción social,... De todos modos hay en el Mahâbhârata ciertas obras de sabor metafísico, tales como el Gita y el Moksha-Dhârma. 

Si en algunos de los Upanishad medios, tales como el Mundaka o el Katha, no se hace mención de los gunas, en el Gita se expone de modo que explica la triple dimensión esencial de cualquier forma. Y es que este concepto es fundamental para la doctrina Shamkya, puesto que los gunas, que son satwa, rajâs, y tâmas, nacen de la matriz principal, Prakrîti. De esta manera el espíritu es imperecedero, como afirma el capítulo XVI del Gita. En éste Krishna menciona varias veces la doctrina del Shamkya, explicando que la dualidad irreconciliable que predica no puede ser superada por la mente de los ignorantes. Es decir, pertenece a un grado inferior del conocimiento, aspecto que parece que más de un estudioso de la tradición hindú ignora, afirmando que el Vedanta es un monismo, al modo filosófico, puesto que en realidad el Shamkya define el mundo como algo irreconciliable. 

Dentro del Mahâbhârata hay otra parte que expone la doctrina cosmológica del Shamkya, se trata del Moksha-Dhârma (Vía o Precepto de la Liberación). Al acabar la guerra, que relata el Gita, llega la paz (capítulo XII del Mahâbhârata), y en busca de una consolación moral, Yudhishthira, que era el hermano mayor de Arjuna, se rinde a los pies de Bhîshma, el sustentador de la dinastía. Y este le expone los puntos de vista (dhârsana) principales de la tradición: Upanishad, Shamkya, Yoga, y Pâncarâtra.60 

Si en el Gita se hablaba de Prakrîti diferenciando entre uno superior y otro inferior (capítulo XVI), en esta otra obra se expone como algo informal, por lo que no hay nada superior o inferior en él. Pues bien, en el Moksha-Dhârma (libro XII del Mahâbhârata), se dice que Purusha es el veinticincoavo principio, mientras que Prakrîti es vigésimo cuarto, y ambos no tienen origen, y son indestructibles. A partir de Prakrîti se manifiesta el aspecto plástico de la existencia, siendo Purusha al que se le asigna la conciencia. 

Resumiendo, el universo se halla dividido en 24 tatwas o raíces, de las que las principales son Prakrîti (aspecto pasivo) y Purusha (aspecto activo). Es de Prakrîti de donde se manifiestan los diversos órdenes cósmicos, y de este orden participa el hombre. Uno de estos tatwas o raíces es denominado manas o mente. Por lo tanto, el término man-vantara proviene de la raíz man- y el afijo -vantara. La traducción que puede derivarse de esto es la de ciclo de man, o mejor "Epoca de Manú", etapa durante la cual el Mundo se halla gobernado por las leyes emanadas de aquél. 

Ahora bien, ¿quién es Manú?, quizá un hombre, un dios,... En los textos tradicionales la importancia no radica en las personas, pues éstas pasan, sino en lo que une al cielo. Manú no tiene que ver con una persona, ya que en toda doctrina de carácter metafísico, de la que la cosmología siempre es una derivación, no se admite el antropomorfismo. Si así se hace sólo es a título simbólico, ya que como dice Shankaracharya: "el conocimiento toma la forma del recipiente que lo contiene". No es posible expresar ciertas verdades más que a través de la forma humana, a condición de no tomar esto literalmente. 

En realidad Manú se refiere a la Mente Universal, ya que se halla en el término la raíz man-, y está se refiere a la mente. Así que se puede catalogar como la Mente Rectora o Razón Cósmica que dicta las leyes para un período de manifestación o Mundo. También puede equipararse al Dharma, el fundamento por el que todo el universo se sostiene. La aceptación de la Norma o Dharma es la afirmación de que las cosas son como son, de que son fieles a su naturaleza. 
 

Teoría de las edades
Los períodos cósmicos se dividen en catorce manvantaras, siete de los cuales son descendentes, y otros siete ascendentes. En lo que a nosotros se refiere nos ceñiremos a un período, en concreto el que se refiere a la actual humanidad. 

He aquí lo que dice el Vishnu Purana en cuanto a la división de las edades: "Doce mil años divinos, compuestos, cada uno, de trescientos sesenta de estos días, constituyen el período de cuatro yugas o edades, que se dividen así: la edad krita, de cuatro mil años divinos; la edad treta, de tres mil; la edad dwapara de dos mil; y la edad kali de mil... El período que precede a un yuga se llama sandhya, y tiene tantos centenares de años como millares cuenta un yuga; el período que sigue a un yuga, y que se llama sandhyansa, tiene una duración semejante. Las cuatro Edades, krita, treta, dwapara, y kali, constituyen reunidas una gran Edad o época; mil grandes edades hacen un día de Brahma, y catorce Manúes reinan durante este período".61 

He aquí el cuadro resumen: 
 

Krita-yuga   4.000 + (400 x crepúsculo-aurora) 800
Treta-yuga   3.000 + (300 x crepúsculo-aurora) 600
Dwapara-yuga   2.000 + (200 x crepúsculo-aurora) 400
Kali-yuga   1.000 + (100 x crepúsculo-aurora) 200
Total años 10.000 + 2.000 = 12.000 años divinos

Los doce mil años divinos son no-humanos, si cabe expresarse así, y cada uno de ellos corresponde a 360 años humanos, lo que da un total de cuatro millones trescientos veinte mil años de los nuestros (4.320.000). Estos se refieren solamente a un ciclo cósmico. Y mil de esos millones de años dan lugar a un kalpa el cual tiene que ver con un día de Brahma, unido a una noche de igual duración. Dentro de la tradición de los Pânca-Râtra, concretamente en el Brâma-shuta-siddhânta, se expone ampliamente esta visión. 

Hemos esbozado la teoría clásica de los ciclos cósmicos en la tradición hindú, que como vemos es bastante más amplia que las dejadas por otros textos tradicionales. Este tejido de ciclos cósmicos es la magia de Maya, que tiene que ver con el Ser, y no con el Supra-Ser o Para-Brahman. 

Encontramos similitud con las otras dos tradiciones que hemos expuesto en lo referente a que con el paso del tiempo hay un deterioro del aspecto cualitativo en favor del cuantitativo, o polo substancial. Y es así como deben entenderse las palabras que Krishna dirige a Arjuna, pues: "Para la protección de los santos y la desaparición de los criminales, con el fin de restablecer el dharma, yo me produzco de edad en edad".62 

A medida que nos acercamos al final de la edad actual las tinieblas se hacen cada vez más espesas. Así lo advierten las Escrituras y los Relatos Sagrados, "en un país sin rey (o sin centro), nadie tiene nada suyo; las gentes, como los pescados, devóranse siempre unos a otros. Los impíos a quienes el rey, con su cetro, mantenía dentro del orden, rompiendo todas las barreras, sus temores disipados, llegan a ser todopoderosos... No se distinguiría ya nada si no hubiese un rey del Mundo para deslindar el bien y el mal".63 De la misma manera "cuando el manantial se seca, los peces, que quedan en seco, se alientan mutuamente su húmeda respiración y se mojan mutuamente con su saliva. ¡Cuánto mejor estarían en el río o en el lago, olvidados unos de otros!.64 El río o el agua es hallarse dentro de la tradición, aceptando la naturaleza de las cosas, que es olvidarse unos de otros, dejando que la vida siga su propio curso. En la edad de las tinieblas hay una inversión del orden, de donde nace la creencia de que el hombre, autónomo de cualquier cosa, es quien hace la historia. 

Al comienzo de este punto hemos citado las palabras del Vishnu Purana, las cuales hacen alusión a que sólo el tener da rango y posibilidad en esta vida, por el reino de la cantidad, y sólo esto puede decirse que es su fin, de manera que lo que no corresponda a un hombre, prisionero de su imagen, es desterrado como falso, y este es el principio de cualquier nacionalismo humano. Todo aquello que no tenga que ver con semejante visión de las cosas carece de interés. En realidad todo está sometido a la productividad, lo cual es un síntoma evidente de que los tiempos están llegando a su fin, y lo quiera o no el hombre, se deben cumplir. 

La edad actual tiene el nombre de una diosa, Kali, por varios motivos. En primer lugar es la consorte del Señor Shiva, que dentro de la trimurti tiene como función el aspecto destructor de las cosas. Esta consorte o shakti es la energía manifiesta del dios, y en su raíz terminológica se halla kal- que alude al tiempo, puesto que en sánscrito kala es lo temporal. Es la edad en que el espacio no tiene relevancia, tengamos en cuenta que el aspecto cualitativo de éste no existe, ya que todo se ha vuelto homogéneo. Esta homogeneidad la encontramos en la teoría cartesiana, al definir a los cuerpos como pura extensión, sin cualidades, de manera que pueden ser medidos, y por lo tanto controlados en (y para) su producción, que es lo que se busca, ya que el trasfondo del racionalismo es moral. Hoy día, aunque no esté en boga la filosofía cartesiana, el común de la gente participa de esa idea, no tanto en el plano teórico sino en el terreno práctico. Los límites en que el espacio mantenía a las cosas han desaparecido, lo que ha permitido una incursión profana en todos los órdenes de la vida. Semejante actitud ha llevado a los más aventureros a desear captar el ámbito psíquico, e incluso espiritual mediante mediciones. Se oye hablar, por ejemplo, de dónde radica la zona cerebral del placer, etc.... Eso solamente indica el grado de manipulación actual, en cuanto la química es lo que parece definir la existencia. Al desaparecer esos límites que el espacio asignaba se produce una vertiginosa caída que corre hacia su disolución en las fauces del tiempo. Es sintomático que cada vez se produzca una mayor aceleración en el mundo, que las técnicas avancen en el terreno de una mayor velocidad en las cosas, y sobre todo es chocante que la opinión común es la de no tener tiempo, aunque no se sabe para qué. 

Como consorte de Shiva, a Kali le corresponde el aspecto substancial de la existencia, mientras que a aquél se liga la facultad esencial. Esto es lo que en realidad significa estar inmersos en la época de kali, o sea del predominio del aspecto substancial por sobre el esencial. Y de ahí la valorización de cualquier fenómeno, así como el deseo de constante novedad. Novedad que no es tal, ya que la faceta substancial nos echa a vagar por la indefinitud de la propia manifestación. Kali y Shiva volverán a la unidad; hasta entonces ésta tiene que devorar lo que no es más que el resultado de la posibilidad divina que entraña Shiva. El baile del dios permite el engullimiento de la manifestación actual. 

Pero la misma faceta de Kali tiene como referente de su raíz, no solo el tiempo sino aquello que alude a lo bello -lo cual nos reconduce al origen de nuestro estudio-, puesto que en sánscrito la belleza es kalyâna. Aspecto que encontramos en el griego, donde kalos es lo bello, y kronos el tiempo, de la misma manera que en nuestra palabra castellana cal-eidoscopio. De igual manera esa raíz está en la palabra griega kal-os o bello. 

Esta posibilidad es inherente a Kali, puesto que vimos cómo está ligada a su consorte. El dios produce la ley y el orden, pero en su aspecto dinámico no deja de advertirnos que todo perece, y que la ley y el orden, en cuanto manifiestos, un día acabarán. 

La representación de Kali es una figura monstruosa, colgando en su cuello un collar con cráneos humanos, y blandiendo en sus cuatro brazos (analogía con el cuaternario, del que la teorías de las edades es una de sus consecuencias) diversos objetos, rodeada de serpientes. Muestra una lengua roja llena de sangre, puesto que pide lo que corresponde a su naturaleza, la sed de sacrificios de todos los seres del mundo. Su baile se produce encima de una pareja que se halla copulando. La diferencia con esta pareja es clara, aludiendo a que todo acto de procreación lleva implícito su correspondiente sacrificio. Sin querer entrar en más detalle sobre el simbolismo de la diosa, el cual es muy amplio, diremos que se relaciona con diosas como Hécate, Astarté, Diana. 

Aunque solo se trate de un polo de la manifestación, representa al tiempo a quien corresponde la misión de destruir, enseñando la cara del constante vagar en un torbellino sin fin. Las fauces abiertas indican que todo debe pasar inexorablemente, de modo que "viéndote tocar el cielo, llameando con múltiples colores, la gran boca abierta... mi ser íntimo se espanta, oh Vishnú, y no encuentro calma ni sangre fría".65 Pues "así como las mariposas van deprisa a perderse en la llama que quema, así, en verdad, los hombres se precipitan en Tus bocas hacia su propia destrucción".66 Solo en el sometimiento, en la mirada hacia el punto esencial, del que el Señor Shiva (o Vishnu) es el centro puede alcanzarse la belleza, la tranquilidad de Espíritu. El mundo es constante movimiento, ritmo, solución y di-solución, par de opuestos, pudiendo perfectamente decirse que "la guerra es el padre de todas las cosas".67 Pero este danzar se halla inscrito en un centro fijo, inmóvil, del que todo pende, que "no tiene acción ni figura (porque) . Él es su propio fundamento".68 

En esta última edad solo la aceptación de la Norma puede conferir la disposición de acercarse a lo Bello. Como dice el Profeta "al comienzo solo se salva quien cumple tres cuartas partes de la religión, pero al final sólo se exige cumplir una parte de ella". En otras palabras, lo que en otros tiempos por las condiciones de existencia era normal, hoy, contrariamente, no puede darse en tal medida. 
 

La hipótesis del fin de los tiempos desde la astrología tradicional
Como hemos visto, el tiempo no corresponde en realidad a una línea recta, puesto que no tendría razón de ser por su indefinitud, ni tampoco a un círculo cerrado sobre sí mismo, porque ello es sinónimo de eterno retorno.69 Tanto una noción como otra no tienen que ver con la visión tradicional del tiempo; ambas parten de la misma premisa, la idea de la cantidad como punto sustentador de su visión. En realidad la imagen del tiempo debe ser una espiral, de manera que traduzca la gradación existencial. Es curioso que la imagen del ADN tenga una figura helicoidal, y ello nos debería hacer reflexionar. 

La Historia es más que los hechos, el factum es únicamente la actualización de algo, pero su efecto es más amplio. La teoría de las edades, que pertenece a la ciclología tradicional, unida a la idea pitagórica de los números, y aplicada a la precesión de los equinoccios, hace posible una interpretación desde la Astrología. La visión profética alcanza entonces su lugar, y la idea del fin de los tiempos se hace eco de ese latido que ya anuncia un nuevo devenir. De manera que la unión de esos factores a la teología salvífica, junto a la exégesis de los textos sagrados, es un instrumento precioso para entender su desarrollo. 

En el final de este retorno de lo trágico, que anunció Nietzsche, profetizando lo tenebroso del fin, volvemos a encontrarnos con que la visión metafísica tradicional empieza a despuntar en el horizonte. 

Esta humanidad actual nace con Adán, el Adam Kadmon de la cábala, por lo que bien puede afirmarse que esta humanidad es Adámica. Como sabemos se produce un constante declinar del interés espiritual del hombre, por lo que el cuaternario se invierte, y en vez de darnos un orden desde la unidad hasta el cuatro, se hace inversamente (4, 3, 2, 1). 

Según Guénon, que menciona una tradición caldea,70 el Manvantara contiene 64.800 años y en ella se ha apoyado Jean Phauré; éste ha desarrollado una hipótesis acerca de este final de los tiempos.71 

Según él, el ciclo de la humanidad adámica comprende 64.800 años, los cuales se corresponden con: 

- Dos ciclos y medio de la precesión de equinoccios de 25.920 años. 

- Cinco grandes años de 12.960 años cada uno. 

- Treinta eras zodiacales de 2.160 años cada una de ellas.

Una precesión equinoccial corresponde a 25.920 años, y aplicando la regla del cuaternario inverso (4, 3, 2, 1) obtenemos una segunda edad de 19.440 años, seguida de una tercera de 12.960 años, y de una cuarta de 6.480 años. Tales edades son las clásicas de oro, plata, bronce, y hierro. 

Ahora bien, el principal múltiplo de la precesión de equinoccios, 25.920 años, es el de 2.160 años, puesto que corresponde a una era zodiacal. Sabemos que existen doce signos del zodíaco, y cada signo corresponde a una era, por lo que el total de todas ellas suma el número 25.920. 

El paso de una era a otra, que se manifiesta por el cambio del punto vernal, supone un cambio en la visión formal de la tradición a través de las diversas civilizaciones. Así, desde la creación del hombre adámico o primordial, que zodiacalmente corresponde al signo de Leo, se desarrolla todo un período precesional hasta que se produce la caída; todo éste es la edad de oro de esta humanidad. 

Coincidiendo con el comienzo de una nueva etapa precesional, partiendo otra vez de Leo, se dan consecutivamente diferentes civilizaciones, entre las que tenemos la de los Hyperbóreos, que marca el verdadero centro tradicional después de la caída, seguido, posteriormente, de Mû y Lemuria, período que dura 19.440 años, y es la edad de Plata. 

La edad de bronce se cumpliría cuando el punto vernal se hubiera desplazado de Sagitario a Escorpio, y durante 12.960 años, se daría la civilización de la Atlántida, que duraría aproximadamente dos eras zodiacales, unos 4.200 años,72 hasta su fin, del que tenemos noticia a través de Platón.Luego se darían las diversas colonias de atlantes, y la dispersión por todo el mundo, de ahí que el simbolismo de las diversas regiones del globo sea casi similar, por ejemplo en lo que respecta a la cruz. 

Según este autor la posición del punto vernal en el signo de Tauro marcaría el comienzo de la edad de hierro, inaugurado con el diluvio de Noé. Toda esta edad tendría una duración de 6.480 años, por lo que se extendería a lo largo de los signos de Tauro, de Aries, y de Piscis. La entrada en el de Acuario tiene que ver con la denominada era de Acuario. 

Los años 80, ya pasados, han sido decisivos en la ordenación del mundo, y desde la Astrología así se preveía. La idea de doriforia o acumulación de planetas, ha sido importante en este sentido. Hemos tenido al finalizar el año 1989, una doriforia celeste, agrupada en el signo de Capricornio, entre 1º y 13º, aproximadamente, un punto fuerza que afectaba a todo lo que hiciera referencia a un orden de cosas. En realidad la caída del muro de Berlín y el consiguiente cambio en el mapa geopolítico han sido evidentes. La influencia de esa doriforia continúa a lo largo de los siguientes años, puesto que no es algo como una matemática exacta, y de hecho los acontecimientos del Golfo Pérsico, la apertura de China a la economía de Mercado, el enquistamiento social del denominado fundamentalismo religioso, la explosiva situación en todo el Magreb, y otros muchos asuntos que sería largo enumerar. 

La verdad es que el mundo ha cambiado en muchas cosas a partir de la doriforia del año 1989, y que ya comenzó a notarse a partir del año 1917, momento en que acaba el ciclo de Daniel, abierto el año 603 a. de C. 

Ahora estamos de lleno en el tiempo de las naciones, mejor dicho en el fin del susodicho tiempo, del que profetizaron su destrucción, tanto los profetas Ezequiel como Jeremías, a la vez que se lo menciona en los Salmos, y en el mismo Apocalipsis. Este tiempo de las naciones dura 1.440 años, en virtud de los 144.000 elegidos que dice el Apocalipsis que lucharán para la restauración del orden. Su comienzo tuvo lugar a la caída del imperio romano, en el 476, y su fin estará precedido por el Anticristo-Legión, que inaugurará la entrada en el siglo XXI, y el Anticristo-Hombre. En otras palabras, por la aceptación de la inversión del orden tradicional, primero por la colectividad, y luego por el representante de esa colectividad, que hará prodigios, recuerda el Evangelio. 
 
 

Tu imagen está en mi ojo
Y en mi boca tu mención
Moras en mi corazón,
(pero) entonces ¿Dónde te escondes?
Ibn-'Arabî
 
 
 
NOTAS 
54 BG XII, 3. 
55 Todas las tradiciones tienen en cuenta el factor del hombre, esto es, su caída, por eso los medios apuntan a la redención o superación de ese estado. Y la finalidad última de cualquier exposición cosmológica es la de aportar a los individuos los medios necesarios para que la krisis o apocalipsis se produzca en uno mismo. En definitiva, es hacia la realización del ser en su integridad, porque nadie sabe ni el día ni la hora. Ese puede ser el peligro de querer aplicar avatares concretos sobre el fin del mundo.
56 BG III, 26. Lo mismo advierte Cristo respecto al que escandalizase, ya que más le valdría ser atado a la rueda de un molino... El saber implica una actitud moral, esto es la rectitud de espíritu, y tal rectitud supone la humildad. No se puede dar el conocimiento a cualquiera, por eso el esoterismo, o el aspecto interno de la doctrina no puede ser dejado en manos de cualquiera. Si hacemos una equiparación con nuestro mundo, observaremos, por ejemplo, que la seguridad del estado, sólo es manejada por quienes están en ello. Otra cosa es cómo se manejan tales datos. 
57 Atharva Veda X 8, 39, 48 y Vishnu Purana Libro I. 
58 La exposición que vamos a seguir aquí será mayormente la expuesta por René Guénon en La crisis del mundo moderno
59 Ibn Arabî. Al-Risalat al-uwahadiyya (Tratado sobre la Unidad). 
60 El Pânca-Râtra tiene que ver con una tradición de textos que inciden de modo especial en lo referente al tiempo, su tendencia es Vishnuíta
61 Vishnu Purana Libro I, cap. I. 
62 BG IV, 8. 
63 Valmiki. Ramayana. Ayodhyakanda, Sarga LXVII. 
64 Chuang-Tzú XIV, 10. 
65 BG XI, 24. 
66 Idem, 29. 
67 Heráclito. 
68 Chuang-Tzú. Cap. VI, 6. 
69 Esta es una de las razones por la que la geometría de Euclides correspondiera a las nociones tradicionales. Desde una óptica cualitativa, la indefinitud es una imagen de lo infinito, y el peligro radica en intentar una demostración del infinito. El famoso postulado de las paralelas de Euclides, corresponde en realidad a ese peligro, por eso no fue posible su demostración hasta la época de Cavallieri. 
70 Ver su obra Formas tradicionales y Ciclos cósmicos. Es oportuno recordar igualmente que Jacques de Ares, en su enciclopedia de esoterismo, de la colección Atlantis, se hace eco de la teoría de las edades basándose precisamente en la idea de René Guénon. Y mucho menos olvidar a Paul Le Cour, que con su obra acerca de la Era de Acuario (L'Ere du Verseau), hizo época. 
71 Ver supra, págs. 236-237. 
72 [Ver aquí la  reseña de Francisco Ariza del citado libro de Jean Phaure, donde se corrigen los datos de éste acerca de la duración y fin de la Atlántida.] (N. ed.). 

 

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