LA TRADICION Y EL MICO DE DIOS (cont.)
JOSE MARIA CONDE IGELMO
EDADES DEL MUNDO
Todo lo que late se desgasta, y eso da lugar a las edades de las cosas, por lo que las antiguas civilizaciones, asignaban, también, edades al mundo. Veamos por tanto cómo asignaban la edad al Mundo, ya que como un ser vivo debía de haber nacido, y tendría que desaparecer. Y así los seres que lo poblaban estaban ligados a los acontecimientos que acaeciesen en cada una de esas edades. 
  
Según la visión tradicional en nuestro plano la Existencia se manifiesta bajo el pulso del número cuatro, y por esta cualidad es por lo que podemos hablar de edades del mundo. Esta edad no se refiere a un número exacto de años, en realidad hace mención de una perspectiva sintética por la que se puedan entender los distintos ciclos. 

Detengámonos un poco sobre el significado del número cuatro, que tan importante papel juega en todas las tradiciones. El pitagorismo transmite todo lo relacionado con el número, en realidad el universo se reduce a varios números. Según la concepción pitagórica hay dos principios que rigen el mundo, aquí volvemos a encontrarnos con la idea dual que compone la existencia, que se expresa mediante la Unidad y la multiplicidad. Los números impares serán perfectos porque se asemejan, mejor aún, convergen hacia la unidad, mientras que los pares, en su fundamento femenino, tenderán a la dispersión, y por lo tanto a lo mutable. Es curioso que en el arte románico el tema de la dualidad tenga un amplio eco que siempre acaba reintegrándose a su principio unificador. 

El número tres simbólicamente tiene que ver con el repliegue de la unidad por ser el límite de la realidad que podemos denominar metacósmica. Las realidades propiamente cósmicas o de cierto grado de manifestación necesitan un soporte que manifieste la unidad en un segundo pulso, por lo tanto desarrollado, y matriz de la estabilidad. La unidad en este sentido viene simbolizada por el número cuatro. Dentro de los Nombres divinos asignados a Allâh, que entran dentro de la práctica del recuerdo (dhîkr) de los sufíes, tenemos cuatro, que marcan su Poderío y Majestad, así como la Vida en sí misma y la Inmutabilidad, Dhûl al-Jalâl, Dhûl al-Ikhrâm, Al-Hâyy, Al-Qayûn. Realmente aluden a los pilares del mundo que están soportados por el que tiene la Fuerza y la Realeza, que no depende de nada ni de nadie, que da la vida, necesario por sí mismo, y finalmente es imposible la muda puesto que en su inalterabilidad no entra proceso, ni tiempo, ni nada parejo. 

El cuaternario representa este aspecto de estabilidad propia de la unidad, pero en un orden inferior, lo que es síntoma del dinamismo de las cosas. El universo tal y como aparece ante nosotros de manera directa tiene cuatro direcciones que son la totalidad de nuestro mundo, por eso el símbolo de la cruz sirve para dar idea de las posibilidades de desarrollo de un grado particular de existencia, así como para medir los ritmos. Pero la cruz tiene varios modos, desde la que usualmente utiliza el cristianismo,31 hasta aquella que, como en la tradición védica, es gamada porque manifiesta el dinamismo temporal. 

Por lo tanto el cuaternario no solo indica la faceta estática de las cosas, por las que se ligan al principio, sino que manifiesta el dinamismo y movilidad de todo lo creado. Esta última es la razón por la que el tiempo esté representado a través de los ciclos, sean de las cuatro estaciones, de las cuatro fases del día, o las cuatro edades de la vida del hombre. Por lo tanto el cuatro se refiere al ser, que es la primera determinación del principio y ya está preñado de dualidad. 

La diferenciación del tiempo, imagen de la dualidad primera, facilita una cualidad en la que cada uno de los diversos períodos es distinto de los demás, pero por su participación de la unidad cada etapa participa de un punto común. Cada uno tiene un rango, es una cierta cualidad de ser que le hace ser ésa y no otra, pero todas juntas aluden a un centro. Por eso la medida cuantitativa, aunque legítima en su orden, no puede colmar aquello que no es homogéneo. Esto debiera servir de aviso a todos los agoreros que dan fechas concretas para el comienzo de lo que se denomina Nueva Era y otros apéndices. Ninguna tradición juega con semejantes asuntos y siempre son someras las indicaciones, ya que lo que interesa es no perder de vista el significado. Los síntomas de cada época manifiestan hasta qué punto los ciclos se hallan acordes con el centro del mundo. 

Históricamente del pitagorismo recogen los antiguos y medievales su visión numérica, y con ello el significado del número cuatro. Así pues, el cuatro es símbolo de lo manifiesto, de la estabilidad, de la concreción de las cosas en el mundo. En su aspecto objetivo el espacio tiene que ver con la altura, amplitud y anchura, mientras que el tiempo se liga al ritmo de cuatro fases. Los números no aparecen dispersos, sino que el tres y el cuatro se siguen y combinan, de modo que se los puede sumar o multiplicar, por lo que el espacio y el tiempo se conjugan a la vez, para entrever que los tiempos y los espacios se hallan integrados y diferenciados de otros, sean anteriores o posteriores. 

Como en el cuerpo humano, en que los latidos son diferentes, así el tiempo aparecerá con distintas pulsaciones, movimientos de la gran serpiente, que en su recorrido vital las primeras estarán más cerca del origen que las siguientes. Por lo tanto, la cualificación nos permite decir que sigue un curso escalonado, espiraloide, nunca en línea recta. Con ello se desprende que la verdadera edad primigenia siempre está en lo anterior, nunca en lo posterior como tal. Lo posterior y lo anterior, metafísicamente, están unidos y no se puede decir que en lo posterior, léase progreso, evolución, transformismo en general, se sitúa el verdadero fin del hombre. Vemos que en la base de tal equívoco se halla una interpretación invertida del Reino de los Cielos, aunque bajo una visión meramente exotérica. El problema es que a tal Reino lo conciben materialmente, aún cuando Cristo dijo que "mi reino no es de este mundo". 

La visión de todas las tradiciones es aquella en que lo original está más cerca del principio, y a medida que los tiempos avanzan se produce una degeneración de estos. La Norma-Orden-Ley-Sacrificio comienza cada vez a ser menos comprendida, lo que conlleva mayor énfasis en el factor sentimental que el propiamente intelectual, tal como lo entienden las tradiciones. Por lo tanto la verdadera intelectualidad se halla ausente, escondida en las grutas de las montañas de la contemplación. Ante la pregunta formulada al Profeta Muhammâd, sobre cómo serían los tiempos venideros, éste contestó que "cada tiempo a partir de ahora será cada vez peor". Es posible que alguno se pregunte por qué en todas las tradiciones se insiste de la misma manera que es al final de los tiempos cuando vendrá un Enviado, si en realidad son los peores tiempos. El Señor Krishna toma nacimiento "siempre que el Dharma desfallece". El fin de los tiempos es el momento indicado para que lo divino tome vehículo y vuelva a recordar a los humanos las enseñanzas que practicaron sus antiquísimos padres allá en los comienzos. No es una empresa humana de transformación del mundo, puesto que éste sigue su ritmo natural, lo que no excluye que el hombre no pueda hacer nada, pero eso queda para las individualidades y de ningún modo para la colectividad que es aún menos individual y esencial que la primera. En realidad el Enviado vuelve al fin de los tiempos porque marca el límite del desarrollo de una posibilidad cósmica, y el fin es a la vez el comienzo de otra etapa. 

Lo que se denomina edades del mundo designa las pulsaciones del tiempo a través del número cuatro.32 En este desenvolvimiento hay un hecho básico, y es que de lo inferior no procede lo superior. 

La interrelación del tres y del cuatro hace que en su multiplicación tengamos el resultado de doce, y así los signos del zodíaco adquieren otra consistencia que la de meros signos predictivos. A la vez la suma de estos dos números indica la sacralidad del 7, el cual tiene gran importancia en todas las tradiciones. En su multiplicación tenemos la cruz invertida, que alude al cruce, y que significa que el hombre ha nacido para que la vida futura se realice mediante el sacrificio. El cruce de estos dos números alude a la composición humana, corpus-anima-spiritus, y su actuación en el mundo, que se concreta en la acción. 

Respecto a la estructura cuaternaria del tiempo, se puede resumir en tres puntos cómo es concebido: 

- repartición de la duración de la Humanidad en cuatro edades o pulsaciones. 

- degradación progresiva, a medida que las edades se manifiestan, de la Verdad instaurada en los comienzos. Su instauración siempre es contada en términos míticos, pues sería imposible contarlo de otro modo. 

- a medida que el mundo va llegando a su etapa final la oscuridad es creciente, lo cual es necesario que así sea para volver a restituir todo a los orígenes, con lo que un mundo acaba. En otras palabras, es la recapitulación y "restitución-vuelta" al Principio. Paradójicamente se produce una aceleración cada vez más importante, y las pequeñas luces de la subjetividad pretenden ser las verdaderas guías.

La estructura cuaternaria se halla simbolizada por la denominada Tetraktys pitagórica.33 Así vemos que la tradición pitagórica es el puente de conexión con edades anteriores. Respecto del término tetraktys, como el mismo nombre indica, tetra- es la división en cuatro aspectos de algo, sean puntos de vista o cualquier otra cuestión. Ya Platón asignaba una función importante al tetra-edro, siendo uno de los sólidos regulares en la organización del mundo, y que correspondía al elemento fuego, ya que aquél era la figura regular con los ángulos más agudos, así como el más penetrante. 

La división por cuatro corresponde en este caso a una concepción rítmica del cosmos como representación del Todo. Tiene que ver con la perfección, en la que está integrada la imperfección, y que nada necesita rebosando en Plenitud y Generosidad. La Edad Media, así como antes algunos Padres de la Iglesia, y el mismo Dionisio, el areopagita, concibieron a Dios como el Todo, que en su totalidad rebosaba Bondad. 

En esta Bondad Divina se basa su Amor a las criaturas, a las cuales les permite participar, a través de la Gracia, en el Ser. 

En el terreno numérico el Todo se representa por el número más perfecto que es el 10. Con este número se vuelve a la unidad, se hace recapitulación, y al respecto dice S. Agustín que "como la ley se promulgó en el número diez, que hizo memorable el decálogo; sin duda el número undécimo, como sobrepasa el décimo, simboliza la transgresión de la ley, y, por ende, el pecado".34 Si con el diez volvemos al número uno, quiere decir que reintegramos el número a lo que es prerrogativa de Dios, y en tan alto grado, que el arte románico se niega a representar la unidad por regla general. Este no es un número en sí mismo, sino la posibilidad manifiesta de todos los demás. Lo señala Plotino en una de las Enéadas, la VI, dedicada a este problema, y de la misma manera lo proclaman los Vedas: "kan evan dwitiyam", que quiere decir el uno sin segundo. De la misma manera afirma el Corán cuando amonesta: 

Di: "Él es Allâh, Uno,
Dios, el Eterno.
No ha engendrado, ni ha sido engendrado.
No tiene par".35

La Tetraktys puede enfocarse de dos modos, aunque el modo general es la adición de los cuatro primeros números, que da un total de diez. Es decir, si lo hacemos desde el ángulo de la esfera tenemos: 
 

1 + 2 + 3 + 4 = 10

La suma indica la totalidad de los números, porque a partir del nueve se vuelven a repetir, y esa totalidad asignada al diez se simboliza bajo la figura geométrica del círculo, o esfera en volumen, limitándonos momentáneamente a ella. El círculo señala que el proceso es dinámico, de manera que el resultado está abocado a la manifestación, esto es al cambio, pero siempre con el referente del centro. 

Otra analogía de la Tetraktys, como simple sumatorio, nos lleva a la figura del cuadrado, o el cubo, alusión a la división por el cuatro, bien sea a través de los cuatro puntos cardinales, u otra. La igualdad de los cuatro vértices no implica igualdad temporal, pues hay que recordar que estamos bajo el punto de vista cualificado. En otras palabras, el número diez era el resultado de unos sumandos, mientras que ahora el resultado propiamente dicho les corresponde a tales sumandos. Si en relación al círculo nos hallábamos ante un proceso dinámico, ahora, ante el cuadrado-cubo, estaremos situados ante el factor estático, el cual hace derivar del número 10, a todo lo demás, es como si no se diera el proceso de manifestación, al estar concentrado en un único punto. De manera que tendremos: 
 

10 = 4 + 3 + 2 + 1 = 10

Por lo tanto tenemos dos figuras-símbolos a tener en cuenta: la del círculo y la del cuadrado, ambas en relación a la fórmula pitagórica. Las dos figuras corresponden a dos modos de sumar los términos. Si con la primera teníamos la suma que llevaba a una reintegración-recapitulación, ahora nos hallamos ante el proceso de la manifestación contenida en la Posibilidad Universal. 

Al ser característica de los símbolos el ser dobles, se pueden dar tanto de una forma como en su inversa. Por lo que representa el círculo como símbolo estaríamos ante la llamada cuadratura del círculo, mientras que respecto al cuadrado nos situaría bajo la denominada circulatura del cuadrado. 

Una y otra figura se refieren a la perfección o totalidad, depende desde donde se enfoque. El círculo, que en volumen es la esfera, simboliza al Todo, pero es el cuadrado quien mejor representará el factor de la manifestación. El círculo como figura celeste que es, tiene que ver con lo perfecto, pero en el mundo sensible tiene un soporte que representa perfección. El cuadrado en superficie y el cubo en volumen aluden a lo estático, a lo perfecto, aunque manifiesto. Volvemos a recordar que en la tradición islámica, la piedra cúbica (Kaaba) indica esta perspectiva. 

Los pitagóricos aludían a esta división cuaternaria con el siguiente esquema, que en realidad es un símbolo que, invertido, representa el corazón: 
  

 
   nota 36
La base siempre representa la multiplicidad totalmente desarrollada, y el ápice del vértice la Unidad, que en sí no participa de aquélla. He aquí los dos principios, análogos a la esencia y a la substancia, la Unidad y la Multiplicidad. Al respecto, de que la Unidad, en sí, no participa de la Multiplicidad, recordaremos unas palabras del Señor Krishna, todos los seres moran en Mí, pero Yo no moro en ellos. La visión integral mantiene el Uno manifiesto en lo múltiple, y sin embargo no es reabsorbido por ello. En última instancia sería el clásico problema entre Unidad y Multiplicidad, el cual ha tenido una gran repercusión en todos los sistemas de pensamiento, pues en realidad bajo una u otra forma tenía que ver entre lo estático y lo dinámico. La posibilidad de que surgiesen las ciencias, tal como hoy las conocemos, ha sido justamente ese tema. 
 

PRECESION DE LOS EQUINOCCIOS
Todo este simbolismo, así como la división cuaternaria del número diez, no es casual, y de hecho la revolución de los cielos parece corroborarlo, porque lo que se da en el exterior es análogo a lo que ocurre en el interior. La duración o pulsación de la revolución celeste está estrechamente ligada a las edades del mundo. Tanto la astrología como la astronomía, nos servirán de puente para poder entender todo este tema. 

El ritmo de los astros es quien mejor traduce la constancia del movimiento, ya que el cielo se mueve sin descanso. Antiguamente se tuvieron a los movimientos que ejercían éstos como los más perfectos, ya que en su hacer nunca dejaban nada al azar. Los ángeles materializaron las fuerzas planetarias, y en su movimiento constante orientaban el alma hacia su verdadera dirección, la del Único. Trasponiendo esto último a los astros, observaremos que en sus movimientos constantes y circulares, inclinaban el alma hacia el empíreo, donde reposan los pies del Señor.37 

Por otra parte hay que decir que la astrología es una ciencia simbólica, por lo que las discusiones entre astrólogos y astrónomos deviene absurda, ya que el modo de enfocar el objeto de ambos es distinto. La astrología es posible porque la estructura de los cielos, así como su movimiento, pueden usarse no tanto para su explicación científica y sí para ser soporte de imágenes de siempre. No se buscan unos fines naturalistas y didácticos, interesa que lo que se percibe inmediatamente mediante los sentidos expresen la realidad de una manera. 

De los movimientos celestes existe uno, especialmente importante, que la astrología tiene en cuenta. Se trata de la denominada precesión de los equinoccios. Veamos en qué consiste y que variables la determinan. 

- La esfera terrestre, de la que parte la astrología, es central porque en ella habita el hombre, y tal inmediatez permite establecer esa afirmación. Pero la tierra tiene varios movimientos: 

- El primero de rotación sobre sí misma, dando lugar al día, que contiene 24 horas. La rotación significa que algo gira sobre su propio eje. La astrología explicita este movimiento en el fenómeno que denomina casas astrológicas. 

- La segunda variación que tiene la esfera terrestre es la llamada traslación alrededor del sol. El tiempo empleado en este desplazamiento es de 365 días, a lo que se denomina año o revolución anual. Pero desde la perspectiva astrológica sería el sol quien tardase ese lapso de tiempo, porque la tierra estaría inmóvil. 

- Hay un tercer movimiento, mucho más imperceptible que los otros dos, correspondiente a un pequeño bamboleo del eje terrestre, combinado con los dos anteriores. De esta danza resulta una figura similar a una peonza, que se conoce como un cono de revolución. Su desplazamiento es circular y retrógrado (hacia atrás). Es por este último que se da el fenómeno anteriormente apuntado.

Intentemos explicar lo referente a la relación entre los tres movimientos y su incidencia en la esfera celeste. Si partimos de los polos terrestres y queremos obtener una imagen del cielo, alargamos cada uno de ellos, hacia arriba el norte y hacia abajo el sur. De este modo hemos salido de la esfera terrestre y obtenemos una figura mayor, también una esfera, como proyección de la primera. Por lo tanto en esa figura se repiten los mismos puntos que en la tierra, longitudes y latitudes, denominados ascensión recta y latitud celeste. Los polos celestes serán los puntos resultantes de ese alargamiento que hemos efectuado, y con ello podemos hablar del polo celeste norte y el polo celeste sur. Toda la carpa celeste que cubre esta esfera se refiere a las diversas constelaciones estelares. Los polos celestes se indican por una estrella especial, o grupo de ellas, la denominada estrella polar en el hemisferio norte, y la llamada cruz del sur en el hemisferio austral. Todo el cielo parece operar su desplazamiento alrededor de dichos centros. 

El tercer movimiento que indicamos era el de bamboleo de nuestra tierra respecto del cielo, y por éste se produce un corrimiento del polo celeste a través de las diversas constelaciones y estrellas. De manera que no siempre es la misma estrella la que ocupa el puesto de la polar, suele diferir con el tiempo. Se asignará tal nombre a aquella que más cerca se sitúe respecto del centro. 

Pero no sólo se mueve el polo celeste por ese tercer dinamismo, también lo hace el plano del ecuador terrestre, en una lentísima alteración respecto de la eclíptica. Esta se refiere al camino recorrido por el sol en su recorrido anual, y que da lugar a los conocidos signos zodiacales. En otras palabras, los puntos equinocciales no coinciden a lo largo del tiempo. 

Para no perdernos especificaremos que el movimiento de bamboleo influye en: 

1. Un lento desplazamiento del polo celeste de su punto aparentemente inmóvil. 

2. Vinculado a (1), también el ecuador de la tierra sufre un cambio en relación a la eclíptica. Por lo que los puntos vernales o equinocciales no coinciden. Con este fenómeno se produce la teoría de las edades del mundo.

Por lo tanto, puede definirse a la precesión equinoccial como el desplazamiento que sufre el punto vernal o punto Aries (el equinoccio de primavera) cerca de 50'' de arco al año. Su sentido es inverso al movimiento de la tierra, pues si ésta va de oeste a este, aquél se dirige desde el este al oeste. La precesión de los equinoccios es debida al efecto conjunto de la gravitación del Sol y de la Luna sobre el abombamiento ecuatorial, aunque el de la Luna es mayor que el solar, que intenta poner al eje terrestre perpendicular con la eclíptica. A consecuencias de este hecho, el eje de la tierra gira describiendo un cono de amplitud de 23º, en aproximadamente 25.920 años. 

Debido a ese fenómeno, el eje de la tierra arrastra hacia atrás el punto de cruce entre la eclíptica y el ecuador, en cerca de 50'' al año. A causa del desplazamiento que sufre el eje de rotación, los polos celestes cambian de posición, realizando una revolución completa en 25.920 años. A resultas de ello el punto ocupado por la estrella Polar, que en la actualidad lo tiene Alfa de la Osa Menor, será cedido dentro de unos 8.000 años a otra estrella, concretamente Alfa del Cisne, y aún dentro de 12.000 años, la estrella Polar será ocupada por Vega, una de las estrellas de la constelación de Lyra, en concreto Alfa. 

Otra de las consecuencias de la precesión equinoccial es la de los cambios de los signos zodiacales, con lo que se adelanta el instante de entrada en los equinoccios. Queremos decir que el comienzo de la primavera, punto vernal, o el equinoccio de otoño, no será ocupado por el mismo signo zodiacal.38 

Este gran ciclo tiene una duración de 25.920 años, por lo que el avance en la eclíptica es de unos 50'' por año, o de un grado (1º) cada 72 años. Si tomamos la medida del círculo, que tiene 360º, y lo multiplicamos por 72 años, obtenemos la duración del gran ciclo, 25.920 años. En lo que respecta a cada signo baste saber que cada uno tiene 30º de arco, lo que multiplicado por los 12 signos zodiacales nos resultan los 360º de su totalidad. Al recorrer un grado cada 72 años resulta que tarda 2.160 años en pasar por un signo entero (30º). Es en base al fenómeno precesional como podemos relacionar la escala numerológica y la escala rítmico-cósmica. 

El número base tomado es el 25.920 para el estudio de los ciclos cósmicos, aunque en otras tradiciones no se toma exactamente el mismo número. Lo que interesa no perder de vista es la raíz numérica, pues se le pueden añadir tantos ceros como queramos. Lo interesante de todo esto es que el factor rítmico del universo no se halla separado de los acontecimientos en el orden de la manifestación, así la historia cobra otro significado. Por ello partiendo de esa cifra le aplicamos la división cuaternaria del número 10, pero sacando antes sus raíces proporcionales. Si ahora aplicamos a 25.920 la división por el cuatro, tenemos una raíz base de 6.480 años, la cual se multiplica por dos y por tres. El resultado por dos es de 12.960 años, mientras que el producto por el tres arroja el número 19.440, por supuesto en años. Con esta división le aplicamos la estructura pitagórica referente al 10: 

25.920 + 19.440 + 12.960 + 6.480 = 64.800 años

Pero también podemos utilizar otra división de 25.920, aquella que en vez de partirla por cuatro la hace por diez. Quedaría así: 
10.368 + 7.776 + 5.184 + 2.592 = 25.920 años

En la primera hemos obtenido la cuarta parte del total del ciclo precesional, para luego combinar los diversos resultados en una suma, mientras que en la segunda operación utilizamos la décima parte del gran ciclo, obteniendo el mismo. 

Se trata de combinaciones de números, lo que no necesariamente tiene que corresponder con eventos. Su exacta correspondencia es más propicia a ver en ello un cálculo matemático riguroso, algo que nunca fue la principal preocupación de los antiguos. En todo caso son una ayuda para indicarnos la traza de aquellos, pues su verdadera dimensión no pertenece al afán de saber cuándo, sino más bien cómo y hacia dónde fluye el Mundo. En realidad es una derivación de la doctrina metafísica, pues nadie conoce el día ni la hora, excepto el Padre que está en los Cielos. 

 

 
Cuarta Parte

 

NOTAS 
31 Dicen los sufíes que, los cristianos tienen el símbolo de la cruz pero nosotros su significado. Citado de la obra de René Guénon, Le symbolisme de la croix
32  El cuatro aparece en multitud de símbolos a lo largo de las diferentes civilizaciones tradicionales. Por ejemplo los cuatro brazos del dios Brahma, en el que se hallan los cuatro Vedas; los cuatro ríos del Paraíso: Pisón, Geón, Tigris y Eúfrates; los cuatro humores, sanguíneo, flemático, colérico y melancólico, que dan lugar a los cuatro temperamentos, sanguíneo, linfático, bilioso y nervioso; las cuatro estaciones del año; los cuatro evangelistas; las cuatro castas; los cuatro estados de conciencia: vaiswanara, taijasa, prajña, turiya (aunque éste en realidad no es un estado); los cuatro califas primeros en el Islam; la Kaaba o piedra cúbica; los cuatro signos que llevaron al Buddha Gautama, el buddha histórico, a la Gran Renunciación: la enfermedad, la vejez, la pobreza y la muerte,... Podríamos hacer un largo cuadro, pero se trata de ver la conexión del cuatro en todas las culturas. 
33 Los pitagóricos se basaban en concepciones tradicionales, y a través del cuaternario presentaban un estado de solidificación, bien en su aspecto estático, bien en su faceta dinámica. La completud del cuaternario era el número 10, en cuanto no hay nada después de la unidad metafísica, nunca matemática. La matemática sólo sirve de soporte, y tiene su función concreta en su área de aplicación. 
34 S. Agustín. La Ciudad de Dios, XV, 20, 4. 
35  Corán, CXII. A esta sura se la denomina de la fe pura o del culto puro (surata al-ijlas). En ella se alude a la unicidad divina, y según la tradición la recitación de esta sura corresponde a la tercera parte del Corán. 
36 La forma piramidal es un símbolo que traduce perfectamente el significado del cuaternario. Se trata esencialmente de una base en la que se apoya todo el peso de la figura, pero teniendo en cuenta que lo más deviene de lo menos. Del vértice, que simbólicamente es el punto focal o núcleo principal, se propaga como en ondas todo el conjunto de la manifestación. Pero la manifestación tiene un orden que proviene de la "orden de mi Señor". 

La figura muestra los cuatro lapsos a que se halla sometido el tiempo, que son también los cuatro pies en que se halla asentado el mundo. Estos cuatro pulsos tienen que ver con la figura del cubo, que en su emergencia simboliza perfectamente lo estático. 

El número diez es la totalidad, de ahí que Lao-Tzé diga que la totalidad de todos los seres sean 10.000. Los diez mil seres corresponden a todo el orden de la Existencia, pero con una salvedad. Es simplemente añadir al número, el "Todo", los siguientes órdenes, que son tres, lo que da el susodicho número. Además es el diez elevado a la cuarta potencia, y con ello volvemos a encontrarnos con el cuatro. 

37 Astronómicamente son elípticas, pero dentro del simbolismo es al círculo al que le compete la perfección. 
38 Debemos hacer una salvedad, y es la diferencia neta que hay entre una constelación estelar y un signo zodiacal. La constelación estelar es un grupo de estrellas que forman determinadas figuras en el cielo, por ejemplo tenemos la constelación del Boyero, la del Can Mayor o Menor, la de Hércules, la de la Cruz del Sur, la Corona Austral... Hay aproximadamente, entre el norte de la eclíptica y el sur de la misma, 88. 

Los signos zodiacales son, en cambio, figuras míticas y arquetípicas en el cielo que sirven para establecer lazos, si queremos efectivos, de relación entre el orden humano y aquél. De ahí que el zodíaco sea inmóvil, puesto que siempre admite como punto vernal el de Aries, aunque no sea este quien lo ocupe actualmente. No hay que confundir, por lo tanto, lo que es constelación y lo que es conjunto integral que provee al hombre de una escala hermenéutica para explicar el cosmos interno. En definitiva, se refieren a realidades suprasensibles. 

 

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